Decir Puente Genil, es decir Semana Santa o Mananta, constituyendo una de las manifestaciones de religiosidad popular más importantes y singulares de Andalucía. La Mananta adquiere en Puente Genil un sello único y su origen data en torno a 1664. 23 cofradías procesionan desde el Sábado de Pasión hasta el Domingo de Resurrección, acompañadas de las de “figuras”, personajes bíblicos del Antiguo y Nuevo Testamento y símbolos de la teología cristiana.
El gran momento de La Mananta tiene lugar el Viernes Santo al alba, con la interpretación de la Diana en honor a Nuestro Padre Jesús Nazareno. La antesala de la Semana Santa es su esperada Cuaresma, con los Sábados de Romanos, acontecimiento singular que se sucede todos los sábados de Cuaresma y el Domingo de Ramos con la “subida a Jesús”.
La Semana Santa pontana hunde sus raíces en el origen de la propia localidad. La villa, bajo la supervisión de los marqueses de Priego, conoce un incipiente auge religioso que se traduce en la aparición de hermandades que procesionan durante el Triduo Pascual y que, a partir de 1664, se acompañan de figuras bíblicas que disponen teatralmente los distintos pasajes y dogmas cristianos. Una catequesis andante de carácter tan popular que en muchos momentos quiso ser desmantelada por los más puristas, pero que, afortunadamente, ha llegado a nuestros días sin apenas variación, viviéndose hoy la Mananta con la misma intensidad de otros tiempos.
Si bien esta singular celebración da sus primeros pasos días antes del Domingo de Ramos, es propiamente en esta jornada cuando se inicia el vaivén de los cultos públicos y privados con la procesión de la Entrada en Jerusalén, donde participan numerosos niños, y la última subida de los romanos al Calvario, donde entonan el Miserere y el Stabat Mater. El Lunes, Martes y Miércoles se suceden los cortejos de la Sagrada Cena, Santa Cruz, los Afligidos, el Calvario, la Virgen del Consuelo, el Lavatorio, el Señor del Huerto, el Humilde y la Amargura, imágenes portadas tanto por bastoneros como por costaleros, hombres y mujeres. Pero es con el Triduo Pascual donde se encuentra el núcleo principal de la celebración. Así, el propio Jueves la procesión que parte de la ermita de la Veracruz, acompañado de un nutrido grupo de figuras bíblicas, tropieza con el Imperio Romano en la calle Ancha. En el primero de los encuentros que marcan la Semana, entonan sus alabanzas a los titulares.
A las seis y media del Viernes, los romanos parten en busca del Terrible, a cuyo encuentro tocan la Diana. Durante su escolta, aparecen las figuras que realizan distintas reverencias y se lee la sentencia al reo. Por la tarde, el mundo sucumbe a las tinieblas según se representa en la procesión que parte del Dulce Nombre. En su devenir, danza San Juan al son del Trípili e irrumpen los Picoruchos con sus tambores destemplados acompañando al Demonio y la Muerte. Cristo ha muerto y así lo atestigua con solemnidad la procesión del Sábado.
Pero Puente Genil también celebra la vida y, con el alba del Domingo, comienzan a tronar los cohetes que dan paso al Resucitado acompañado por todos los participantes en los cortejos de días anteriores.
Vieja cuaresmera
Cada semana de Cuaresma, las escuadras desfilan al son del Imperio Romano ante Jesús Nazareno, el Terrible, en un acto que se denomina “sábados de romanos”. Al concluir, los hermanos cenan en sus cuarteles y uno le arranca una pata a la vieja cuaresmera. Dicha figura es un calendario litúrgico en forma de anciana enlutada que porta productos cuaresmales -berza, bacalao- y que, bajo su falda, esconde siete piernas correspondientes a cada sábado de este periodo litúrgico y al Domingo de Ramos.
María Concepción Cosano
Los obispos ilustrados intentaron “normalizar” la Mananta prohibiendo las figuras bíblicas y sus ritos. Pero gracias a las gestiones de Concepción Cosano Pino ante el prelado, viuda del mayorazgo de la villa y cofrade del Nazareno, estas manifestaciones se pudieron mantener como elementos de religiosidad popular.
Figuras bíblicas
Desfilan dentro de los cortejos procesionales como elementos teológicos, distinguiéndose entre los del Antiguo y Nuevo Testamento y los símbolos de la religión. Los hermanos de las corporaciones bíblicas sortean anualmente quién se reviste con el rostrillo, la peluca y la vestimenta, y quién porta el martirio del representado. Durante todo el desfile, estas imágenes deambulan en la misma posición a fin de mostrar con claridad la iconografía del representado.
Del mismo modo, los romanos se entienden como parte de este conjunto alegórico, pero su papel es menos rígido. Desfilan desde el Jueves al Domingo de Resurrección en escuadras de diferentes colores, y se visten con casco dorado y penacho blanco o negro. Su traje está compuesto por un cuerpo de raso o terciopelo, tonelete o faldellín con flecos, medias blancas, botas de seda y capa, más o menos decorada según el rango. En una mano, portan un espadín o una alabarda y, en la otra, el escudo o rodela. Algunos llevan estandartes y banderas, otros los instrumentos musicales. Cuanto mayor es el grado dentro de la centuria, el traje se borda en material precioso con suma profusión.
Por su particularidad, destaca el grupo de la Muerte, el Demonio y los Picoruchos -nazarenos que procesionan fumando puros y tocando tambores destemplados- que significa el triunfo de las tinieblas.
La Diana de Jesús
A las seis y media de la madrugada del Viernes Santo, el muñidor de Jesús Nazareno recorre las calles pontanas hasta el cuartel del Imperio Romano. Al alba, la soldadesca romana marcha en busca del Terrible, que asoma por la puerta de su ermita ante las imágenes del Cristo de la Misericordia junto a la Virgen del Mayor Dolor, San Juan y la Magdalena, el paso de la Virgen de la Cruz y San Juan, y por último, el de la Virgen de los Dolores. Un profundo silencio recorre la explanada del Calvario hasta que suenan las notas de la Diana.
Poco después, las figuras se encuentran con el cortejo para realizar varias reverencias y, junto al puente, un representante de Pilatos lee la sentencia de muerte del reo, el Sermón del Paso.
Saeta cuartelera
Pertenece al grupo de las tonás, con escala descendente y esquema rígido. Su línea melódica es plana, casi dialogada, y se canta a voces a modo de plegaria. También existen cantos corales pontanos, la alondra y el batido, que pueden escucharse durante la Cuaresma y la Semana Santa.