La Semana Santa de Priego se caracteriza por la solemnidad y el fervor religioso con el que se lleva a cabo. Las distintas hermandades realizan sus estaciones de penitencia con una preparación impecable y de gran uniformidad en las que cada detalle se cuida con mimo y tesón. El silencio y la devoción reinan entre los penitentes prieguenses como manifestación de un sentimiento íntimo que sólo se rompe en el encuentro con el Nazareno, donde estallan las pasiones de la colectividad.
Así, una vez ayunado en Cuaresma con los cuantiosos platos que el recetario local guarda para la fecha, irrumpe el quejío de las saetas y, con ellas, el primer día de procesiones en el que realizan estación de penitencia las hermandades más jóvenes, la Entrada en Jerusalén y la Hermandad de la Paz. Lo mismo sucede el Lunes con la Buena Muerte, cuya figura cristífera, un crucificado, pasea por las calles del municipio sin parihuela y rodeado por hachones de mano. Le sigue, en la jornada del Martes, la Hermandad de la Expiración, cuyos penitentes acompañan en su tortuoso recorrido al Cristo de la Expiración y la Virgen de los Desamparados. Pero quizás, para el foráneo, lo más llamativo es la representación del prendimiento que la Hermandad de la Columna lleva a cabo en la plaza de la Constitución después del paseíllo de las figuras que intervienen en el acto. Tras lo cual se dispone a procesionar el cortejo de Jesús Preso.
De altar y museo en la calle se puede denominar la salida de la Vera Cruz y Jesús en la Columna el Jueves Santo, una bellísima talla de Alonso de Mena. Y esa madrugada puede contemplarse de nuevo el desfile de la Buena Muerte. La celebración encuentra un punto de contraste con la explosión popular del ritual que se celebra el Viernes alrededor del Nazareno, que desata las pasiones en el acto conocido como bendición de los hornazos. Ya en la tarde, la Semana Santa toca a su fin con el desfile de las Angustias, junto a la solemnidad de la urna del Santo Entierro. Para llegar a la Pascua con la alegría de ver a la Virgen de la Cabeza lucir sus galas junto al Resucitado.
Contraste de épocas
Pasado y presente conviven en la celebración de la Semana Santa de Priego de Córdoba. Las tallas renacentistas y barrocas conviven con las clásicas y neos. Y es que podemos entrever tres periodos históricos en el que esta fiesta ha tenido sus momentos álgidos. Con el fin del Concilio de Trento dieron origen las primeras corporaciones, a saber, Columna (1550), Jesús Nazareno (1593) y Santo Entierro (1594). En pleno Barroco, despuntaron en la ciudad nuevas entidades que engrandecen la fiesta, el Resucitado y la Caridad. Pero son en los últimos tiempos donde se concentran el mayor número de corporaciones, lo que da a entender la buena salud de esta tradición.
El Pestíñez y el Bacalao
Al amanecer del Viernes Santo un pequeño grupo compuesto por el Pestíñez y el Bacalao recorren las calles de Priego anunciando con sus sonidos el gran día que está por venir, un rito del que se tiene constancia, al menos, desde 1602. El Pestíñez viste con casaca albero, pantalón tobillero, botas altas y celada sin plumas, y se encarga de llevar el ritmo con el tambor. El Bacalao también se reviste de forma parecida y tañe su trompeta con gran estruendo.
Prendimiento
Se desconoce con exactitud el origen de este acto pero en las primeras constituciones de la Archicofradía de la Vera Cruz, de 1674, ya se establece el modo en que se desarrolla. Se trata de una representación de teatro sacro que representa la última cena de Jesús, la Oración en el Huerto y el Prendimiento. Hasta mediados de los años cincuenta del pasado siglo los personajes del apostolado y Jesús eran representados por sacerdotes, si bien actualmente tan solo la figura central del Señor mantiene esa tradición. En el acto intervienen los sayones, judíos encargados de efectuar el arresto de Cristo, que cubren su rostro con caretas que representan la maldad y perversión de los hombres.
Bendición de los hornazos
La mañana del Viernes Santo el aire huele de otra manera, se dice que todo el mundo es nazareno ese día en Priego de Córdoba. A las once de la mañana, la multitud se apiña en el compás de San Francisco a la espera de ver aparecer la imagen de Jesús Nazareno. El paso de Jesús, siempre rodeado por una muchedumbre, va siguiendo su itinerario hasta llegar al Palenque dónde, al grito de “paso redoblao”, se le da el paso ligero que lo llevará hasta el Calvario. Una vez allí, la multitud espera expectante, junto a la Virgen, la bendición de los hornazos. Es el clímax de la Semana Santa prieguense.
Todo el año
Las hermandades prieguenses muestran con orgullo sus imágenes titulares durante el mes de mayo en las fiestas votivas de los Domingos de Mayo expuestas en espléndidos retablos y con gran profusión ornamental. La localidad realiza a lo largo de todo el año diferentes celebraciones religiosas y una de las más singulares es una tradición secular por la que los Hermanos de la Aurora rezan el rosario cantando en las noches de cada sábado. Asimismo, el Corpus Christi y la Romería de la Virgen de la Cabeza, el tercer domingo del mes de junio, son dos fiestas muy especiales para los prieguenses.